martes, 29 de marzo de 2016

PODER

Poder
 A partir de los años ochenta, el término “poder” comienza a adquirir una nueva y singular importancia en el análisis de los problemas sociales y culturales de América Latina; momento en que se inicia, en la región, la recepción, discusión, crítica y confrontación de la obra del filósofo francés Michel Foucault, cuya concepción del poder, desarrollada a partir de una serie de estudios arqueológicos y genealógicos, hizo posible deslizamientos en el uso, caracterización y análisis del poder más allá de las formas en que había sido utilizado hasta el momento, ya que puso en duda la simbiosis entre el poder y el Estado y sus aparatos y provocó, al mismo tiempo, la ampliación de su uso a todo el entramado social.
El poder, desde esa perspectiva, aparece como presencia constante en lo social, siempre actuante, en tensión permanente, siendo imposible mantener una situación de exterioridad frente a él. Rasgo fundamental de la propuesta: no hay exterioridad de los sujetos con respecto al poder, siempre está vinculado a la forma de una relación y, por lo tanto, se hace presente en las acciones de los sujetos y en su eficacia: “lo que define la relación de poder, es un modo de acción que no actúa de manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones: una acción sobre la acción, sobre acciones eventuales o actuales, presentes o futuras” (Foucault, “El sujeto”: 238). Forma de acción no sólo sobre los cuerpos, sino también sobre los sentidos propuestos, lossignificados afirmados, las imágenes valorizadas, los deseos proyectados al futuro.
PERFORMANCE / PODER
El poder es fuerza y relación. Es una relación de fuerzas. Es fuerza en relación con otras fuerzas, energía actuante que recorre el campo social de un punto a otro. No es una forma (p.e. el Estado) sino que se expresa en toda relación; no puede ser entendido como simple represión, no sólo prohíbe sino que también incita, suscita, seduce, induce, facilita o dificulta, amplía o limita.
Esta enunciación puso en duda un conjunto de cuerpos teóricos que habían discurrido, hasta el momento, sobre la cuestión: puso en duda la concepción liberal del poder político, que considera el poder como un derecho que el sujeto posee cual un bien que puede transferir, enajenar o ceder de manera parcial o total; se enfrentó, a su vez, a la concepción marxista, en la cual el poder tiene como papel fundamental mantener y reproducir las relaciones de producción y la dominación de una clase. Puso, también, bajo su mirada crítica la manera de concebir el poder en tanto mecanismo represor.
Negó, al mismo tiempo, la pretensión de aprehenderlo tras la noción de representación: el poder no se construye a partir de voluntades, sean individuales o colectivas, ni deriva del interés o intenciones de individuos o grupos, se constituye y funciona a partir de múltiples fuerzas o poderes que recorren el campo social en su conjunto, sin aparecer jamás de forma independiente, y sólo descifrable al interior de esas múltiples relaciones que atraviesan el campo de lo social.
Tampoco puede reducirse a la figura del amo, ya que significa reducir los procedimientos del poder a la prohibición de la ley.
Esta figura sólo permite pensar el poder en términos negativos y su hacer como simple acto de palabra. Esta concepción se halla presente en ciertos estudios etnológicos que centran sus análisis en los interdictos de alianza y también se halla inscrita en las posturas psicoanalíticas que giran alrededor de los mecanismos de represión. El poder, entonces, se convierte en la gran instancia del No, en tanto interdicto o represión e inevitablemente se le subjetiviza: del lado de su ejercicio aparece un “gran sujeto absoluto”, real, imaginario o jurídico que prohíbe o reprime: la soberanía del padre, del monarca, del tirano, de la voluntad general. Del lado del que sufre su ejercicio, también tiende a subjetivarse, se intenta determinar el punto en que el sujeto acepta la prohibición, en que dice sí o no al poder, lo que supone que renuncia a sus derechos individuales; a los términos del contrato social; o bien, indica el sometimiento voluntario del sujetopor amor al amo.
El poder, al ser relaciones de fuerza en continuo desequilibrio y tensión, transformael espacio social en un abigarrado entramado de relaciones con sus dos polos: el ejercicio del poder, por un lado y, por el otro, las más diversas formas de resistencia, la otra cara de su ejercicio. La resistencia esparte constitutiva del poder entendido como relación de fuerza e imprime, al espacio en el que juega, movimiento y creatividad.
Si se observan las relaciones de poder desde su capacidad de ejercicio, pueden tomar dos caminos diferentes, si bien se dan de manera conjunta en un espacio y tiempo determinado. Por un lado, conforman una anatomo-política dirigida especialmente al cuerpo de los sujetos, con carácter individualizante, cuya técnica es la disciplina y, por el otro, producen una bio-política, dirigida a grandes conjuntos poblacionales, cuya técnica es la gubernamentalidad

La disciplina se ejerce sobre los cuerpos, consiste en imponer tareas o conductas a una serie de individuos, siempre que no sean numerosos y que estén ubicados en un espacio delimitado. Esto da lugar a una anatomía política que distribuye los cuerpos en un espacio cerrado, ritma los tiempos y la gestualidad de los sujetos bajo un régimen de control y vigilancia estricta realizada de forma ininterrumpida (Foucault, Vigilar). La disciplina se transformó, en la modernidad occidental, en la técnica privilegiada del ejercicio del poder cuyo objetivo consiste en individualizar a los sujetos a fin de lograr con mayor eficacia su homogeneización para hacer de ellos sujetos de la normalidad.
Cuatro elementos definen la disciplina: la repartición espacial de sujetos y objetos; una acción dirigida directamente a los cuerpos; vigilancia constante y registros permanentes.
La gobernabilidad, por su parte, consiste en gestionar y controlar la vida de un gran número de individuos (población) en un espacio extenso y delimitado (territorio).
Conjunto de instituciones, procedimientos, análisis, reflexiones, cálculos y tácticas que permiten el ejercicio del poder sobre una población determinada, cuyo saber fundamental se basa en la economía política y sus instrumentos técnicos se centran en los dispositivos de seguridad y las técnicas de gobierno, produciendo aparatos específicos de gobierno, al tiempo que desarrolla una serie de saberes.

En el análisis de las relaciones de poder habrá que detenerse no sólo en los regímenes de lo dicho, en el conjunto de enunciados emitidos en una sociedad en un momento dado, sino también en sus visibilidades, en tanto producción de un campo perceptivo que distribuye lo claro y lo oscuro, lo opaco y lo transparente, lo visto y lo no visto, provocando el mundo de las evidencias. De esta manera, las múltiples relaciones de fuerzas de un campo social determinado, sean discursivas o no, entrelazadas y en continuo movimiento, tensión y enfrentamiento se constituyen en dispositivos, mecanismos específicos de manipulación estratégica de las fuerzas en un dominio dado.
En tanto el poder es una relación y posee una doble faz (sus formas de ejercicio y sus múltiples y variadas respuestas), se hace imprescindible observar la otra cara: la capacidad de los sujetos para enfrentarse a él, para reutilizar sus fuerzas, para escapar a su insistente acción, denominada resistencia: respuestas (múltiples y posibles) de los sujetos al ejercicio del poder sobre sus cuerpos, sus afectos y afecciones, sobre sus actos y acciones.
El tema clave de la noción de poder, que lo vincula con la urgencia de la acción política y lo hace imprescindible en los estudios culturales, es la resistencia; noción controvertida, cercana a la metáfora mecánica, al vínculo entre acción y reacción; sin embargo, y de ahí su riqueza, no se trata de una simple reacción mecánica (dada la acción se produce una reacción) sino de formas múltiples, creativas y multiplicadas de respuestas de los sujetos convertidas en la energía vital circulante de toda sociedad que hace posible su existencia. La resistencia toma la forma de intervención en lo social por parte de los sujetos: busca romper con las normas existentes, con las certezas adquiridas, hace manifiesto el malestar; siempre es inesperada, inoportuna, desactualizada. Establece, por lo tanto, un juego con los tiempos: es un acto presente contra el presente y contra todas las formas eternizadas del pasado en función de un tiempo por venir.
A partir de la resistencia, el tiempo hace su aparición, imprime movimiento al enfrentamiento de fuerzas e inscribe el poder en la temporalidad. De esta manera, las relaciones de poder se forjan su propia historia, encuentran sus formas propias y singulares, nunca definitivas, siempre en movimiento y confrontación, siempre enmarcadas en un espacio y en un tiempo dado.
La noción de resistencia, como elemento constitutivo del poder, aparece como término clave en el conjunto de investigaciones que se llevan a cabo actualmente, no sólo en México y América Latina, y que tienen por objeto de estudio a grupos subalternos, clases populares, migraciones y diásporas, movimientos sociales, artísticos y culturales, e igualmente es clave en los estudios de género, en los referidos a la recepción y consumo de bienes culturales y en los relativos a la conformación y funcionamiento de diversas instituciones, muy especialmente la institución familiar. Es desde esa capacidad de resistir (real o virtual) de los sujetos en su hacer cotidiano que el análisis hace su aparición, de tal manera que los estudios de caso que involucran trabajo de campo no pueden dejar de lado la descripción, análisis e interpretación de las formas concretas que asumen las relaciones de poder en cada uno de ellos (véase, por ejemplo, IleanaRodríguez, Latín American Subaltern Studies Reader; Daniel Mato, Estudios y otras prácticas, Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder”, Josefina Ludmer, “Las tretas…”). La resistencia no puede olvidar los cuerpos de los sujetos; ella actúa, tiene materialidad, se encarna en ellos, en el basamento físico y material de los sujetos. El sujeto resiste desde el momento en que es arrojado al mundo, es en la resistencia que construye el tiempo de su experiencia. La experiencia de los sujetos se halla signada por las formas de resistir que marcan el estilo de sujetos, grupos y comunidades.
La resistencia puede asumir tres formas de carácter general: el sujeto resiste a los embates del exterior, oponiendo una fuerza contraria y semejante a la que se ejerce sobre él que toma la forma de negación; puede asumir, también, carácter afirmativo en tanto se transforma en fuerza de intervención capaz de afectar el espacio que lo circunda.
En esa lucha por no ser afectado y por afectar, el sujeto se prueba y se ejercita, se memoriza, acumula experiencia y construye su historia, siempre inmersa en un espacio determinado. La resistencia tiene aún otra forma: la relación del sujeto consigo mismo, una manera de afectarse a sí mismo, un continuo enfrentamiento, diálogo, pacto, compromiso y lucha entre las partes que constituyen su interioridad.
Esta práctica de los sujetos sobre sí mismos: este diálogo permanente entre las partes que lo constituyen; la forma en que se relacionan con las reglas y valores propuestos socialmente; la manera en que se someten a un principio de conducta, que obedecen o resisten a una prescripción o prohibición; las modalidades en que el sujeto da forma a cierta parte de sí como materia prima de una conducta moral; las zonas de su interioridad que problematiza por encima de otras y que trabaja sin descanso sobre ella constituyen las técnicas del sí mismo tendientes a la elaboración de la subjetividad.
Las relaciones de poder se inscriben también en la subjetividad, la cual no puede ser entendida sino en el entrelazamiento de saberes, discursos, normas, regulaciones y prácticas. De esta manera, el terreno en que se constituye la experiencia se halla atravesado por tres ejes que, en su punto de intersección, producen al sujeto mismo en un espacio y tiempo dado: el eje del saber que hace del sujeto un sujeto de conocimiento; el eje del poder que lo constituye en sujeto social y jurídico; y el eje del sí mismo que lo transforma en sujeto ético. En estas tres dimensiones la resistencia hace su aparición: los sujetos resisten a los saberes que buscan imponerse como verdad; a las leyes, normas, reglas y regulaciones que intentan someter, sus cuerpos y a los códigos morales imperantes y a sus correspondientes tecnologías del yo.
El análisis del poder, no será la búsqueda de estructuras formales con valor universal, sino que sólo podrá realizarse en la investigación histórica, en la búsqueda de sus formas de funcionamiento, de su quehacer cotidiano, de sus quiebres, rupturas y discontinuidades, de la producción de sus dispositivos y tecnologías, inscritos siempre en un espacio dado y con su propia historicidad.
La noción de resistencia fue retomada por los estudios culturales a partir de la perspectiva abierta por Michel de Certeau (Invención), al centrar su análisis en las prácticas cotidianas de los usuarios, supuestos sujetos pasivos de la disciplina, a fin de mostrar la lógica operatoria de un conjunto de prácticas que se constituyen en “tácticas de consumo”, denominadas como antidisciplinas: procedimientos populares que juegan con los mecanismos de vigilancia y las disciplinas para salirse de ellas, “formas de hacer”, procedimientos minúsculos no privilegiados por la historia que ejercen su acción soterrada entre las mallas de las tecnologías instituidas.
El poder visto de manera positiva en tanto productor de sujetos, cuerpos, saberes y discursos fue retomado críticamente a finalesdel siglo XX por diferentes perspectivas teóricas: el feminismo deconstruccionista, siendo central el trabajo de Judith Butler,
 quien considera que el sujeto, el cuerpo, el sexo y la sexualidad son efectos de una dinámica de poder y de un ordenamiento discursivo, en tanto práctica reiterativa y referencial por medio de la cual el discurso produce efectos (performatividad) (Butler, Cuerpos); los estudios poscoloniales que, centrados en la noción de biopoder, critican el eurocentrismo de la perspectiva foucaultiana, revelado en su insistente espacialización del tiempo de la modernidad (Bhabha) y por haber dejado en el silencio a las sociedades coloniales y al poder imperial (Stoler).
Las nociones de biopoder y gobernabilidad han abierto nuevas perspectivas de análisis y reflexión, tales como las referidas a las sociedades de control (Hardt y Negri); la nuda vida (Agamben, Homo sacer), el racismo y las sociedades poscoloniales; y los sujetos subalternos (Dube, Sujetos subalternos), entre otras.
OBRAS DE CONSULTA. Calveiro Garrido, Pilar, Redes familiares de sumisión y resistencia, México, Universidad de la Ciudad de México, 2003; Certeau, Michel de, La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana, 2000 (trad. Alejandro Pescador); Dube, Saurabh, Sujetos subalternos: capítulos de una historia antropológica, México, El Colegio de México, 2001; Foucault, Michel, Dits et écrits (1954– 1988), París, Gallimard, 1994; Foucault, Michel, “El sujeto y el poder”, en Hubert Dreyfus y Paul Rabinow, Más allá del estructuralismo y la hermenéutica (trad. Santiago Carassale y Angélica Vitale), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1988, pp. 227-244; Foucault, Michel, Vigilar y castigar, México, Siglo XXI Editores, 1976; García Canal, María Inés, Foucault y el poder, México, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, 2002; Hardt, Michael y Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002; Stoler, Ann Laura,
Race and the Education of Desire: Foucault’s History of Sexuality and the Colonial Order of Things, Durham, Duke University Press, 1995.
[MARÍA INÉS GARCÍA CANAL]
En: Diccionario de estudios culturales latinoamericanos / coordinación de Mónica Szurmuk y Robert McKee Irwin ; colaboradores, Silvana Rabinovich ... [et al.]. — México :

Siglo XXI Editores : Instituto Mora, 2009. 332 p. — (Lingüística y teoría literaria)

No hay comentarios:

Publicar un comentario